martes, 18 de noviembre de 2014

Controlitis Anónima

Hola,
Soy Rox y me estoy recuperando de Controlitis
Todos: Hooooola Roooox

A veces pienso que tengo un Rol con doble personalidad: por un lado, soy el Coach que invoca cambios, que logra unificar el área de pruebas con desarrollo y cambia la cultura de “hagámoslo como caiga” a “hagámoslo con calidad”.  Pero también son Manager; tengo llevar seguimiento de los proyectos, revisar requerimientos, quitar obstáculos, negociar con otras áreas.  Y sobre todo, es a mí, una de las dos a quienes les exigen los resultados de todo el equipo.

Como buenos agilistas, tenemos el seguimiento del proyecto en un burndown, un tablero de kanban y hasta un niko-niko calendar para saber cómo nos sentimos semana a semana.

Pero eso significa que  esté 100% recuperada del Command y Control, Controlitis en español.  Hace algunos sprints, los mánager (somos 2) definimos algunas cosas que es más natural que haga el equipo, como la duración y distribución del sprint. Además teníamos un equipo grande trabajando en los mismo: 10 personas. Desde la semana 5 o 6 nos dimos cuenta que había problemas con esta forma impuesta de trabajo: revisaba capturas de horas y  poníamos reglas para lograr que hubiera “compromiso”. En resumen: ejercíamos presión. Cada día que abría el burndown y veía cómo nos retrasábamos, moría un poco.

Durante esas semanas, no podía dormir bien y me dolía la espalda. Era infeliz y me sentía todo el tiempo preocupada. Pero tuvieron que pasar otras 5 semanas más para que explotáramos y nos diéramos cuenta que el mayor problema era pasarles la presión que ejercían hacia nosotros.

Entonces nos hicimos a un lado y les dijimos: son dos equipos y queremos esto. ¿Para cuándo lo tienen? Ya saben los lineamientos de calidad que queremos. Los equipos re-estimaron y organizaron sus tableros y se repartieron las tareas.  ¿El resultado? Tenemos Burndowns más saludables e incluso, uno de ellas por debajo de la línea de control. Pero lo mejor es que los equipos se ven más integrados y los chavos tienen menos problemas.

Y por supuesto, ya no me duele la espalda.

No quiero decir que las cosas son perfectas, ni que nos falten cosas por aprender. Lo único que ha pasado es que resolvemos los problemas de una manera más efectiva y nos sentimos mejor.



jueves, 27 de febrero de 2014

De cuando dejamos de programar y nos fuimos a un balneario

Eran casi las 6 de la tarde y el altavoz del balneario nos invitaba a ir alzando nuestros triques. Sin embargo, elegimos echar al asador la segunda ronda de tacos de carne asada. Era jueves, de un día laborable y desde la 1 pm todo el equipo de desarrollo (12 programadores y yo) teníamos permiso de convivir (y conbeber) en un balneario. Por eso cuando L, un programador que tiene 3 o 4 meses en la empresa me preguntó ¿Oye Rox, y cada cuánto hacen esto?, sonreí. Nunca, es la primera vez, contesté.

La idea fue mía. El equipo tenía alrededor de 2 mil pesos ahorrados, producto de cobrar llegadas tardes a la junta diaria. Casi siempre, ese dinero se destinaba en tragaderas inhumanas de carne de pollo, res y puerco, con sus respectivas cervezas en un restaurant brasileño. Pensé que podíamos hacerlo mejor. Darle más valor a nuestro dinero. Por eso, pedí permiso a nuestro subdirector y me aguanté la tentación de organizar dinámicas de integración y de organizar yo todo.

Más que pasar un rato divertido, lo que quería es que hubiera convivencia fuera de un ambiente laboral porque creo que importante que nos conozcamos como personas, más allá de las habilidades ingenieriles. Por supuesto, hay grupos de compas que de pronto se juntan a "echar chela", pero las responsabilidades personales siempre impiden la asistencia de todos. Así que tenía que ser en horario laboral.  La única condición fue no dejar temas laborales abiertos y la asistencia de todos.

Yo no propuse la idea del balneario; sólo les dije que teníamos 4 horas (más 2 de comida) para hacer lo que queramos. En una junta se decidió el balneario y nos asignamos responsabilidades de compras de insumos para carne asada, cerveza y transporte. Me dí cuenta que no consideramos los utensilios para asar la carne: pinzas o cuchillos, pero no dije nada, quería ver cómo lo resolvían. Al final fue L quien llevó una tablita, un tenedor y un cuchillo.

Apenas llegamos al balneario tuvimos un problema: no nos permitían entrar con los 3 cartones que habíamos comprado. Si bien en el balneario permiten consumir alcohol, esperan que los compremos ahí. Nos arreglamos dejando un cartón en consigna y la promesa de no salir a comprar más. Apenas instalados destapamos las cervezas y un grupo comenzó a encender el fuego y otro directo a la alberca. El siguiente inconveniente, que ahora es un chiste local, fue la pérdida de $50 pesos en cebollitas. 

Después de comer-tragar nos fuimos a la alberca. Bajo la presión de "si no te avientas te aventamos", todos terminamos dentro. Se organizaron carreras y juegos con la pelota entre carrilla y el doble sentido que distinguen a nuestra área. Algunos corrieron para los toboganes y a los minutos les seguimos todos. Yo no quería salirme de la alberca porque cuando me da frío comienzo a estornudar. Aún así estornudé y me aventé algunas veces. Algunos se aventaban de los toboganes gritando fuertísimo y los que estábamos abajo nos reíamos de su bajada. Corrían, se aventaban entre ellos y echaban desmadre. Incluso hubo un par de señores que se unieron a nuestro ambiente. Era tal el relajo que uno me decía "¿Ya ves como andan? Sácanos más seguido Rox". De ahí nos fuimos a la fosa de clavados a medio llenar y después, a volver a comer y a chelear.

De las cosas que me ponen más contenta de esa tarde es que siempre estuvimos todos juntos. No hubo "bolitas" que se apartaran o solitarios que se pusieran a leer. Todos nos olvidamos de los teléfonos y no extrañamos ese cartón consignado. Entre todos se animaban para ir a los toboganes o a las albercas y se ponían de acuerdo para cocinar. 

Sería muy presuntuoso (y mentiroso) de mi parte decir que esa tarde fue un parteaguas en nuestra integración como equipo; eso es un proceso y tiene altas y bajas. Sin embargo, es bueno disfrutar los buenos momentos de la vida, incluso con los compañeros de trabajo.

jueves, 30 de enero de 2014

Crónica de una caída anunciada

Las últimas semanas del 2013 transcurrieron sin contratiempos. Algunos tomamos vacaciones y la oficina estaba muy tranquila. A veces, hasta aburrida. Hasta que partimos la rosca de reyes el equipo volvió a estar completo. Aun no sabíamos bien por dónde arrancar, cuando nos enteramos que ante la ola de facturación electrónica impuesta por el SAT, uno de nuestros productos requería algunos ajustes para soportar el volumen. Nuestras estimaciones de ese incremento se habían quedado muy cortas: había que reaccionar YA. Para esto, hasta el subdirector del área entró a diseñar la nueva arquitectura y hacer las pruebas de conceptos. Los gerentes y dos programadores al desarrollo y yo a probar. Fueron tres intensos días de horas extra y para el cuarto, un flamante cambio de arquitectura estaba listo.

A finales de año, hicimos un reacomodo de lugares, de tal manera que ahora todo el equipo está sentado en un rectángulo y al centro, una mesa para juntarnos a revisar distintos asuntos. Si bien el nuevo acomodo facilita la colaboración, nos hizo quedarnos sin tablero. Entre la vorágine del cambio de arquitectura, los demás equipos no se preocuparon por recuperar ese tablero, aunque sea en alguna herramienta. Otra práctica que se perdió fue el hacer las revisiones de código. Y como algunas tareas eran cortas, hubo gente trabajando sola. 

Escribir esto me pone un poco triste. Pensaba que esas prácticas ya habían comprobado su efectividad y habían sido apropiadas por el equipo. Pero dejaron de hacerse y nadie (ni siquiera yo) dijo "oigan, algo huele mal".

Al final, tuvimos que dar marcha atrás al cambio de arquitectura y volver a empezar. Aunque en este revés no estuvieron involucrados directamente todos, quisimos comprartirlo con el equipo completo. La derrota duele y la nalgada contra el piso nos hizo despertar. Reflexionar. 

Poco a poco, las revisiones se han retomado, armamos equipos de mínimo dos personas y tenemos un tablero en el escritorio un poco diferente.